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Lo que sea que la gente diga que somos, eso es lo que no somos

“¿Te acordás cuando eras un pícaro?”

El año pasado se cumplieron 10 años de la salida de Favourite Worst Nightmare, el segundo disco de Arctic Monkeys. Como si hubiese sido poco con un arrollador primer disco, lleno de power chords y baterías hábiles como una bestia, fills de bajo rápidos, y, por supuesto, la voz de Alex Turner, una mezcla de Peter Parker y Julian Casablancas, los Monos se atrevían a redoblar la apuesta con un segundo disco que poco tenía que ver con el debut. Una completa osadía, si nos ponemos a analizar el patrón de casi cualquier banda, en el que el segundo disco suele ser una fotocopia (para bien, o para mal) del debut. Un caso positivo es Room on Fire, de los Strokes. Es decir, Arctic Monkeys podría haber repetido una fórmula que los había coronado como la nueva gran cosa del rock alternativo en su segundo disco, pero se arriesgo a mas. Canciones como 505, o un tema bastante infravalorado como Old Yellow Bricks, no podría haber estado en Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not.

Incluso con cambio de bajista de por medio, el lanzamiento de Favourite Worst Nightmare significó la semilla de lo que es Arctic Monkeys hoy. Significó el patrón por el que se manejarian, su sello: discos, todos distintos unos de otros, minuciosamente calculados, que funcionan de maravilla como una totalidad cada uno.

En lo personal, me subi al barco bastante tarde. Recién con 14 años, me juntaba con mi mejor amigo a ver un video a esta altura ya clásico. En el, un Alex con un poco de acné fuerza su voz lo más que puede para no quedarse sin aire mientras entona el himno de una generación. Se trataba de la primera aparición de los Monos en la TV británica. Había una fuerza extraña en lo que veía. Yo estaba demasiado acostumbrado a grupos de metal con pelo inflado y calzas de colores, o en su defecto, sus caras pintadas. Hacia poco, este mismo amigo me habia mostrado a Muse, y en Matt Bellamy había descubierto que la guitarra en el rock estaba viva. Que una guitarra distorsionada sonaba bien en los 70 cuando la tocaba Jimmy Page como también te podía correr en la sangre cuando escuchabas el riff lleno de fuzz de Plug In Baby, casi 30 años después.

Sin embargo, Arctic Monkeys estaba ya lejos de Muse. De hecho no compartían mucho, salvo las ganas que tenia ( y todavia conserva!) la revista NME de usar a ambas bandas como portada o clickbait. El podio es compartido con los hermanos Gallagher.

Volviendo al tema, Arctic Monkeys representaba otro lado del rock alternativo. Si Muse, al menos en sus primeros tres discos, era una evolución acelerada y un poco más esquizofrénica de bandas como Radiohead y Pink Floyd, Arctic Monkeys seguía el paradigma stroke. Todos podemos tener una banda. Este chico con granos en la cara era el nuevo rey del rock and roll, aunque recién en 2013 se atrevió a engominarse el pelo y declararlo en el medio de una premiación. Es que siempre intentaban asesinar al rock, pero nunca, nunca, lo conseguían.

Me acuerdo la emoción de llegar al colegio algún día de noviembre de 2013, buscando reseñas de AM en mi celular. Casi todas eran favorables. Arctic Monkeys volvía a imponer tendencia, sin perder el espíritu que los componia . Ya estaban muy lejos de esos dos primeros discos, e incluso de la revolución del desierto en la que los había inducido Josh Homme en Humbug, un disco menospreciado en su tiempo, hoy en dia reivindicado como uno de los mejores. Si en Suck It And See veíamos la cara mas romantica de Alex, esa que había plantado con Cornerstone, en AM, ese mismo flaco, que ahora adoptaba un look Presley, era un chico malo.

Lo que la prensa nunca supo captar es que Alex siempre lo fue de alguna forma. Porque en esa timidez que mostraban en 2005, también había rock and roll. Y siempre lo hubo.

Arctic Monkeys logró posicionarse como la banda más vigente de este espíritu. No por la distorsión, o una rebeldía cercana a lo punk. Si no porque el rock es sobre el cambio, es sobre romper el molde la cantidad de veces necesarias. Y si tus fans te insultan porque “te vendiste”, los mandas a comprar el nuevo disco de Franz Ferdinand.

Y si no, que alguien me explique porque estos últimos no tienen la mitad del impacto que tienen los Monos. Porque más allá de un tema obvio de prensa, Arctic Monkeys entendió que el cambio era vida, y que estancarse en un solo género, en un solo sonido, era lo que asesinaba una banda como tal.

Hoy, un poco mas grande, me encuentro demasiado intrigado por escuchar Tranquility Base Hotel + Casino. La última vez que los Monos sacaron un disco, no solo se convirtieron (DE NUEVO) en la banda más grande del momento. Si no que demostraron de qué se trataba el rock and roll.

Escuchar el disco debut de los Monos me mostró una enseñanza punk que nunca había adquirido a través del mismo. Que cualquiera puede agarrar un instrumento, que el rock no está en los solfeos. El rock es cuando enchufas la guitarra y suena feedback, es cuando juntas cuatro acordes en un tema y gritas sobre ese insoportable que se quiere pasar de vivo en la fiesta. Alex Turner me acercaba a una filosofía DIY desde un punto más propio, más accesible. Era una caricia al alma más verdadera, lejana al glamour al que estaba acostumbrado, y que, afortunadamente, aprendí a borrar. Era un pibe cuya foto podía colgar en mi pieza y decir “ese tiene los mismos problemas que yo”. Cuatro chicos del norte de Inglaterra, dos guitarras, un bajo y una batería, lo lograron a través de una red social. Un himno a la autogestión. El rock volvía a las manos que debía: la de los artistas

Arctic Monkeys no creo la autogestión. Pero si nos iluminó el camino a todos los que queremos ser parte del mundo de la música.

Quiero enfocar en esto, porque es exactamente lo otro que hizo de los Monos los game changers ¿Existiría el inde como tal sin los Arctic Monkeys? Me arriesgo a decir que no.

Todos los logros atribuibles a Arctic Monkeys hay que redoblarlos por cinco. Porque, si, no fueron la banda que creó el cambio como método, pero si lo revivieron. Del mismo modo que The Clash había demostrado en London Calling que el punk no era solo lo que habíamos visto en el 77, los Monos le mostraron a todos que una banda autogestionada podía llegar a la misma altura que cualquier artista financiado por una multinacional billonaria. A mi, en particular, me inculcaron que no importaba lo que digan los demas, que no había que creerse la manija (“Don’t believe the hype”, cierto?). Que el camino propio era el mejor, y que no habia que siempre dar lo que esperaba la gente de vos. Que era posible juntarte con amigos y lograr lo que querías, eso que los Gallagher aullaban en el estribillo de Cigarettes and Alcohol. Y de esa forma, a la vez que generaron el interés de la industria por crear bandas copia, absolutamente carentes de personalidad, permitieron un “ascenso social” de la cultura independiente. O sea, habilitaron a que el foco esté en el indie, y aceleraron la jubilación de estrellas que ya no tenían lugar.

Y esto también se dio a nivel internacional. Por mi cuenta, les puedo asegurar que sin Arctic Monkeys, estaría tocando en una banda tributo a Iron Maiden. Pero más allá de lo personal, ¿hubiesen existido la mayor partes de las bandas actuales de indie nacional sin los Monos? Yo creo que no. Discutible

Los discos que siguieron me enseñaron algo mas. No había una única forma, el dogma no sirve. Hay que jugársela. Eso fueron los cuatro discos que siguieron.

Espero que este Alex Turner, ahora devenido en dandy barbudo, me recuerde como fue la primera vez que me quede boquiabierto observando a cuatro pibes de Sheffield descociendola, con 5 o 4 acordes, y con solos tan simples como demoledores.

Confío en que lo va a hacer.

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