Lisa Scha - Colapso (2025)
- MBU

- 19 nov
- 3 Min. de lectura
"Un disco para sobrevivir al caos y bailar en sus ruinas"
Por Lorena Punsoda

El miércoles 12 de noviembre a las seis de la tarde, la oficina de Popart Music se transformó en un
santuario de luces bajas, copas de vino y cerveza fría. Afuera, la ciudad seguía su ritmo
frenético; adentro, el aire tenía otra temperatura. Lisa Scha presentaba COLAPSO, su nuevo
disco, y todo -desde la atmósfera hasta su mirada- parecía responder a la misma frecuencia: la
de una energía urgente y emocional que busca transformar el desastre en calma.
En su carta de presentación, el álbum habla de “una guerra contra demonios y reflejos, una ciudad devastada por una batalla sin fin y una chica desesperada por entender dónde se encuentra entre las ruinas”. Fiel a esa esencia, Lisa y Santiago Toranzo -su productor- combinan pop y beats electrónicos oscuros con momentos reflexivos, sostenidos por una producción analógica que le da calidez y textura. Todo está hecho a mano, entre cables y computadoras en sus casas, con la excepción de las voces, grabadas en estudio “para que no reboten en las paredes”.
Lisa canta para sobrevivir; lo hace con las heridas abiertas, con versos que nacen del insomnio y laten de forma visceral. Hay una locura hipnótica en ella, una entrega total que no busca agradar. Su voz es un conjuro que arde en canciones. Una heredera bastarda entre Crystal Castles y Lana Del Rey en su versión Ultraviolence; pero mejor, porque es nuestra. Córranse todas las princesas: nació una popstar maldita e indomable.
Desde el primer track, el disco se lanza de lleno a la oscuridad. «Colapso» nos da la bienvenida a una rave infernal. Similar al ritmo de un corazón acelerado, hay algo eufórico y febril en su manera de expresar dolor. “Vive, nace, llora, muere / Mientras todos te compadecen / Es innegable la depresión comer poco y el calor / La piel mojada en una rave / O en mi cama llorándote”.
Las palabras son espejos rotos; en cada fragmento hay una confesión. En «Arisca» Lisa escupe una furia bailable y destructora: “Estoy en un cuadro con la boca en llamas / Y es que a mi mente le fascina el drama / Si no hay amor lo tiro a la basura”. Más adelante dispara: “El romance moderno me deja dura / Me pone arisca con la vida ¡qué tortura!” y remata con el mismo filo desafiante: “Look at me, enamorate o dejame de ver / Soportá todos mis males, vivamos piel a piel”.
La primera mitad del disco vibra entre la tensión y el trance, como si cada track destilara ira y deseo en partes iguales. Luego aparece «Chica», el corazón del proyecto. “Hasta ese momento venía muy apurada con todo, después me tranquilizo un poco”, contó Lisa. Y se nota: «Chica» es una canción de cuna para bebas rebeldes, un respiro que equilibra la oscuridad con una ternura extraña, agotada, pero real. Un cambio de tono donde la voz se ablanda, las bases se relajan y aparece la vulnerabilidad. La tormenta eléctrica se convierte en una brisa cálida que, de a poco, empieza a sanar. Un descenso necesario, liberador.
Lisa se mira de frente y deja ver el temblor debajo de la armadura. “¿Quién me salvará si soy yo misma el dragón?”, se pregunta, no como víctima, sino como quien finalmente entiende su poder. Es la canción que le da sentido a la obra: después de toda crisis, lo que viene es la reconstrucción. Una tarea que nadie más puede hacer por vos.
Con 15 canciones salvajes que hechizan y te dejan sin aliento, COLAPSO es un disco para animales nocturnos que no temen mancharse de sentimientos; una especie de viaje en subte con dirección al infierno, pero también una banda sonora para manejar de noche por la ciudad o para transpirar en un boliche. Es una batalla emocional que se gana bailando.
Al final, Lisa deja de mirar hacia adentro y empieza a proyectar algo nuevo, hacia adelante. Ya no hay ruinas ni bronca: hay esperanza. Quizás, después del caos, sí pueda salir el sol. Para ella. Para nosotros. Para todos.








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